El cruel retorno de los déspotas
Creímos superados los tempos de la oscuridad del absolutismo y despotismo, en especial tras las grandes tragedias de las Guerras Mundiales del siglo pasado, del Holocausto y el Holodomor, junto a otras barbaries que no solo desangraron a la humanidad, sino que impidieron reconocernos en los atributos de lo humano, parafraseando a Primo Levi.
La esperanza emergía un 10 de diciembre de 1948, tras el reencuentro con la universalidad de los Derechos Humanos, a la que costó mucho alcanzar como evidenció, no solo la vida de los mas fraternos y comprometidos, desde Espartaco hasta líderes sociales de hoy, transitando por el recuerdo de Olimpia de Gouges, decapitada y víctima de la intolerancia misógina y despótica de quieres traían el terror, junto a todas las mujeres asesinadas por rechazar la opresión.
Ese Frimario del 48 nos aportaba un espíritu ilustrado compartido por todos países, salvo por la indiferente abstención estalinista y del régimen racista del apartheid que lo despreciaron, poco a poco se transformó en ley positiva de todas las constituciones que aspiran a ser democráticas. Sin embargo, las “fieras de Mordor” operaban para su freno en un trabajo de laminación que impidiera la bella y armónica plasmación del art. 1 de la Declaración: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Sin embargo continuaron las tragedias sufridas por ciudadanías y pueblos, protagonizadas por poderosos sin escrúpulos en seria intención de poner fin a un período que se abría a la luz frente a la tiranía de los déspotas que cometían barbaries irreparables que mostraban o culminaban sangrientos episodios genocidas como en los Balcanes, Ruanda, Myanmar, Sudan u otros en diferentes lugares del mundo. Y en verdad, nos avanzan un retorno a una neo-edad-media donde señores de la guerra, el terror y la violencia persisten desafiando cualquier atisbo de rebelión y lanzando a miles de personas y familias a la muerte o al refugio.
Vivimos tiempos de graves tormentas, de retornos de déspotas y autócratas, de retornos a la esclavitud, de guerras en beneficio de ricos y poderosos, pero que siempre hemos de ver como una oportunidad para despertar y superar las malignas consignas tuiteadas o en medios convencionales que no dejan espació a la razón y conciencia. Quizás ante los malos presagios y realidades emerja la esperanza de recuperar en serio ese ideal común por el que esforzarnos, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose en la universalidad de los Derechos Humanos promuevan mediante el compromiso, la enseñanza y la comunicación, el respeto a la dignidad intrínseca de la persona, a sus derechos y libertades, asegurando, su reconocimiento y aplicación universal y efectiva. Ojalá sea así.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia
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