HISTORIA

 

Un paseo en el tiempo

La Masonería Social

Orígenes

La primera Logia de los gremios de los Canteros de masones operativos que se conoce estaba a orillas del Lago de como y contaba ya con un primer germen de un derecho laboral primitivo, si lo analizamos vemos el concepto de un salario justo, la prohibición del trabajo nocturno, la jornada laboral partida de ocho horas diarias y 48 horas semanales y un sistema arcaico de prevención social donde todo el mundo aportaba y servía para asistir a las viudas y accidentados.

 

 

 

Así, en el año 648, es enviada una carta del Papa Gregorio I al obispo de Nápoles advirtiéndole de que amonestara al Conde de Nápoles por interferir en la vida de los jaboneros de la ciudad, prueba no sólo de la existencia de esta corporación sino de su poder ya que tenía recursos suficientes como para excitar al poder eclesiástico contra el poder civil. El edictos Rotarii del año 643 recoge un Memoratorium de mercedibus commacinorum que concede una serie de privilegios, fundamentalmente económicos a estos magistri commacini, un locativo derivado de los habitantes de la isla del lago de como, el texto lombardo se refiere a los commacini, es decir, a los maestros "cum mako" que significa construir. Así San Isidoro de Sevilla menciona a los naciones o machiones con constructores de pareces. Poco tiempo después la palabra dación derivará en maçon. La Humanidad tarda más de mil años en sumarse a aquellos derechos. Otros ejemplos vendrían después, pues gracias a los Maestros de Obras continentales eruditos en Euclides y la Geometría los maestros ingleses consiguieron cambiar la madera de sus techos por piedra que no se desplomara. 

 

 

Más tarde los gremios de canteros de Estrasburgo y sus 22 logias adheridas avanzaron en la capacidad de organización y desarrollo de derechos sociales de los gremios de oficio por toda la Europa de la Edad Media.

En esa búsqueda de la verdad, el correr del tiempo y los siglos, aconteció la publicación del primer libro de materialismo de la historia "Del espíritu" de Claude André Helvetius.

Libro que, por edicto del Rey de Francia, la Iglesia y la Soborna que era la Iglesia, fue ordenado quemar en hoguera pública en París, pues en su libro se decía que el hombre aprendía de la observación de la naturaleza.

Lejos de abatirse Helvétius continuó sus trabajos con Alambert y Diderot hasta dar al mundo "La enciclopedia".

Claude André Helvetius tuvo un papel importante en el desarrollo de la masonería francesa pues cansado "de la infiltración religiosa, del dirigismo moral y las creencias supersticiosas" que estaban anidando en la masonería propuso crear una logia de las Ciencias que trabajara al progreso de la humanidad y en esos valores iluministas, como los antiguos canteros, que el mundo conociera más adelante como la Ilustración.

 

 

A su muerte, gracias a la viuda Helvetius, Anné Chaterine, mujer de gran talla intelectual, aquel proyecto de logia tomó forma al entrar en contacto con Jerónimo Lalande quién fuera el más importante matemático de su época y que se encargó de organizar a los masones racionalistas y sociales que, poco tiempo después, levantarían las columnas de la mítica logia de las nueve hermanas.

Por ella pasaron Alambert, Diderot y casi todo la Ilustración. Su acta de Constitución y la de los derechos del Hombre así como pasajes de la Constitución de los Estados Unidos parecen casi calcadas. El mismo Benjamín Franklin, que viviera casi nueve años en París fue uno de sus Venerables Maestros y en concreto el que iniciara al mismo Voltaire en sus columnas. Sus ideas prendieron en América, en Francia y en el mundo ayudando a derribar el Viejo mundo feudal y cambiar la historia.

Los masones en la defensa de la Comuna

 

En el Capítulo 12, página 226, Louise de Mitchel (autora de "La Comuna de París", historia y recuerdos" y madre del Feminismo) escribe sobre el papel de los francmasones en la defensa de la Comuna:

12. Los francmasones 

Mientras los bombardeos demolían les Ternes, los Campos Elíseos, Neuilly y Levallois, el señor Thiers, con su acostumbrada buena fe, aseguraba que se limitaba a atacar las fortificaciones avanzadas; pero que si París abría sus puertas y entregaba a los miembros de la Comuna, no sería bombardeada. 

La inminencia del peligro apagó las últimas discordias. El tiempo de la intolerancia en las ideas había pasado para aquellos que iban a morir juntos, como hombres libres que combatieron por la libertad. 

Incluso aquellos a los que aún obsesionaba la sospecha, resultado de largas luchas a través de las perfidias imperiales, comprendían que estaba próximo el momento en que la Comuna, del mismo modo que solo ponía un nombre al pie de sus manifiestos, solo presentaría un torso a la muerte que se acercaba. 

Había un movimiento general de las ligas de los departamentos y de París. 

¡La Comuna iba a morir! ¿De qué había servido, entonces, el entusiasmo universal? Había habido grandes manifestaciones, pero Versalles con su co- razón de piedra solo sintió en peligro al banco. Los francmasones enviaron, el 26 de abril, desde los dos extremos de París, una delegación de los venera- bles y de los diputados de las logias, para adherirse ala revolución. Se había convenido que el 29 irían en procesión por las murallas entre el Point-du- Jour y Clichy enarbolando el estandarte de la paz; que de ser rechazada por Versalles, tomarían partido por la Comuna, con las armas en la mano. 

En efecto, el 29 de abril por la mañana, marcharon al Ayuntamiento, donde Félix Pyat, en nombre de la Comuna, pronunció un emocionado discurso y les entregó una bandera. 

Aquel extraño desfile fue un espectáculo onírico. 

Todavía hoy, al hablar de él, me parece estar viendo aquella hilera de fan- tasmas, en un decorado de antaño, pronunciando palabras de libertad y de paz que se realizarán en el futuro. 

La impresión era grande, fue hermoso ver el inmenso cortejo marchando, rítmicamente, al ruido de la metralla. 

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Iban allí los caballeros kasoches, con la banda negra con franjas de plata. 

Los oficiales rosacruz, con el cordón rojo al cuello, y tantas insignias sim- bólicas que hacían volar la imaginación. 

A la cabeza marchaba una delegación de la Comuna, con el viejo Beslay, Ranvier y Thirifocq, delegado de los francmasones. 

Pasaban extrañas banderas, mientras el tiroteo, los cañonazos y los obuses causaban estragos. 

Había allí seis mil, en representación de cincuenta mil logias. 

El cortejo espectral recorrió la calle Saint-Antoine, la Bastilla, el bulevar de la Madeleine y, por el Arco del Triunfo y la avenida Dauphine, llegó a las fortificaciones, entre el Ejército de Versalles y el de la Comuna. 

Había estandartes levantados de la puerta Maillot a la puerta Bineau. En el saliente de la puerta estaba la bandera blanca de la paz con estas palabras escritas en letras rojas: “Amaos los unos a los otros”. Fue agujereada por la metralla. Se habían intercambiado señas en las avanzadas, entre los federados y el ejército de Versalles; pero el fuego no cesó hasta después de las cinco. Se parlamentó, y tres delegados francmasones fueron a Versalles, obteniendo tan solo veintiocho horas de tregua. 

A su regreso, los francmasones publicaron un llamamiento dirigido a la federación de los masones y compañeros de París, con el relato de los acon- tecimientos y su protesta contra la profanación de la bandera de la paz. 

Los francmasones, decían, son hombres de paz, de concordia, de fraternidad, de estudio, de trabajo; han luchado siempre contra la tiranía, el despotismo, la hipocresía, la ignorancia. 

Defienden sin cesar a los débiles, encorvados bajo el yugo, con- tra quienes les dominan. 

Sus adeptos están por todo el mundo: son filósofos que tienen por precepto la moral, la justicia, el derecho. 

Los compañeros son también hombres que piensan, reflexionan y actúan por el progreso y la emancipación de la humanidad. 

Los francmasones y los compañeros salieron unos y otros de sus misteriosos santuarios, llevando en la mano izquierda la rama 

 

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de olivo, símbolo de la paz. y en la mano derecha el acero de la reivindicación. 

Teniendo en cuenta que los esfuerzos de los masones han sido rechazados tres veces por aquellos mismos que pretenden repre- sentar el orden, y que se ha agotado su enorme paciencia, todos los francmasones y compañeros deben tornar el arma vengadora y gritar: 

¡En pie hermanos! Que los traidores y los hipócritas sean castigados. 

El fuego interrumpido el 39 a las cuatro de la tarde, se reanudó más intenso aún, acompañado de bombas incendiarias, el 30 a las 7:45 de la noche. La tregua no duró más que 37 horas y 45 minutos. 

Una delegación de francmasones apostada en la puerta Maillot ha comprobado la profanación de la bandera. 

Los primeros disparos partieron de Versalles, y la primera vícti- ma fue un francmasón. Ellos y sus compañeros de París, federa- dos en la fecha del 2 de mayo, se dirigen a cuantos les conocen: 

Hermanos de masonería y hermanos compañeros, no nos queda otra resolución que combatir y cubrir con nuestra sagrada égida el lado del derecho. 

¡Salvemos París! 

¡Salvemos Francia! 

¡Salvemos la humanidad! 

Bien os habréis merecido a la patria universal y aseguraréis el bienestar de los pueblos en el futuro. 

¡Viva la República! ¡Vivan las Comunas de Francia federadas con la de París! 

París, 5 de mayo de 1871 

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Para los masones, y los delegados compañeros de París. 

Thirifocq, antiguo venerable de la Logia.
J. E. Orador, de la LELE.
Masse, tesorero de la federación, presidente de la reunión de los Originarios del Yonne.
Baldue, antiguo venerable, de la Logia la Línea recta. Deschamps, Logia de la Perseverancia.
J. Remy, del orden de París, orden, de la California.
J.-B. Parche, del orden de París.
De Beaumont, de la Tolerancia.
Grande-Lande, orador de Bagneux.
Lacombe, del orden de París.
Vincent, del orden de París.
Grasset, orador, de la Paz, unión de Nantes.
A. Gambier, de la Logia J.-J. Rousseau, Montmorency.
Martin, ex secretario de la Logia la Armonía de París.
E. Louet, del Capítulo de los Verdaderos amigos de París.
A Lemaitre, de los Filadelfios, or. de Londres.
Conduner, de la Logia de las Acacias.
Louis Lebeau, de la Logia la Previsión.
Gonty, de la Logia la Previsión.
Emm. Vaillant, de la Logia de Seules.
Jean-Baptiste Élin, de los Amigos triunfantes.
Léon Klein, de la Unión perfecta de la Perseverancia.
Budaille, de los Amigos de la Paz.
Pierre Lachambeaudie, de la Rosa del perfecto silencio. Durand, fiador de amistad de la Logia el B de Marsella. Magdalenas, de la Clemente Amistad cosmopolita. Mossurenghy, del Gran Oriente del Brasil.
Fauchery, de los Hospitalarios, de Saint-Ouen.
Radigue, de la Estrella polar.
Rudoyer, de los Amigos de la Paz, de Angulema.
Rousselet, de los Trabajadores de Levallois. 

Los delegados compañeros: 229 

Vincent, llamado Pointevin, el Amigo de la inteligencia. Cartier, llamado Draguignan, el bien amado.
Chabanne, llamado Nivernais-noble-corazón.
Thevenin, llamado Nivernais, el Amigo de la vuelta a Francia. Dumnis, llamado Gatinais, el protector del deber. 

Gaillard, llamado Angevin, el amigo de las artes. Thomas, llamado Pointevin, Desenvuelto. Ruffin, llamado Comtois, el Fiel valeroso. Auriol, llamado Carcassonne, CMDD. Francoeur, de Marcilly. 

La Liberté, el Nantais.
Lassat, la virtud.
Lagenais, compañero sombrerero. Lyonnais, la Antorcha del deber. 

¿No es cierto que, como los simbólicos pendones, esos nombres extraños de Logias o de hombres: la Rosa del perfecto silencio, la Estrella polar, el Fiador de amistad, transfieren a este episodio la doble impresión de pasado y de futuro, de sepulcro y de cuna, donde se mezclan las cosas muertas y las cosas por nacer? 

Esos fantasmas ocupaban bien su lugar, entre la furiosa reacción y la re- volución que trataba de levantarse. Muchos combatieron tal y como prome- tieron muriendo con valor. 

A menudo, en las largas noches de prisión, he vuelto a ver las extensas filas de los francmasones sobre las murallas y me cuesta trabajo imaginar a esos creyentes en el futuro, escribiendo, según las inverosímiles historias de Dianah Vaughan, para entrevistarse con Lucifer. 

No abandonemos este capítulo, sobre todo anecdótico, sin hablar de los de la iglesia de Saint-Laurent y de los del convento de Piepus. 

En Saint-Laurent, no sé bajo que circunstancia, se descubrieron unos es- queletos en una cripta situada detrás del coro. Este hallazgo se relacionó con unos siniestros ruidos de los que hablaban antiguos vecinos del barrio. Un testigo ocular dio la siguiente descripción. 

El panteón es un hemiciclo abovedado, que recibía luz por dos estrechas claraboyas, cerradas en época relativamente reciente. 

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Tres entradas en forma de arco dan sobre la cripta, en la cual se hallan los esqueletos sin ataúdes, sobre el suelo, cubierto con una capa de cal. 

Cuatro están tendidos los pies adosados a los del siguiente, y otros nueve en dos hileras, los pies del primero contra la cabeza del segundo. 

Las mandíbulas están dislocadas como si hubieran gritado en la angustia suprema. Las cabezas, casi todas inclinadas de derecha a izquierda, conservan en su mayoría los dientes. 

Se tendía a creer que las inhumaciones eran muy anteriores a nuestra épo- ca, cuando todavía se enterraba en las iglesias, pero apareció un entomólogo que descubrió allí un insecto que se alimenta de ligamentos. No pudo estar tanto tiempo en ayunas. 

Algunas inscripciones con nombres: Bardoin, 1712; Jean Serge, 1714; Va- lent..., sin fecha. En un hueco, un esqueleto de mujer con cabello rubio. 

Hay una escalerita de piedra de reciente construcción (Journal officiel de la Comuna). Los esqueletos fueron fotografiados con luz eléctrica, por Étienne Carjat. 

La investigación iniciada con un gran deseo por descubrir la verdad, no se había terminado cuando Versalles hizo olvidar los antiguos esqueletos por nuevos cadáveres tendidos bajo capas de cal viva. 

El asunto del convento de Picpus está relacionado con las mismas cosas. Igualmente encuentro en Le Moniteur officiel de la República, bajo la Comuna, esta apreciación de un testigo ocular: 

Siempre creí al catolicismo congregacionista capaz de todo, des- de que le arrebatara a Juana de Arco, en prisión, sus ropas de mujer con el fin de obligarla a vestir de hombre para poder así reprochárselo más tarde. Pero me costaba trabajo admitir las re- velaciones que me aportaban, relativas al convento de Piepua. Como lo más sencillo era ir allí, allí fui. 

Me recibió el capitán del batallón, que me aseguró no haber mo- lestado en absoluto a las religiosas, sin exigirles nada, ni conside- rarlas en absoluto prisioneras. No hubiese pensado sino en hacer más amplia la libertad que se les concedía y, de haber expresado cualquiera de ellas la menor queja, hubiera hecho por que se le atendiera; pero para las religiosas enclaustradas, mi nombre era un espanto. 

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El anuncio de mi llegada sembró entre ellas el terror. 

Para darme la bienvenida al convento, delegaron en una portera cualquiera, de piernas bien macizas y con una corpulencia como para hacer retroceder a los más valientes. Tuve que reconocer que su audacia respondía a su desarrollo físico. 

El aparataje que me rodeaba cuando se presentó ante mí no la intimidó en absoluto. Incluso comenzó con estas palabras, pro- nunciadas con tono altanero, que me agradó por la energía moral que revelaba: 

—¿Tiene usted alguna pregunta que hacerme, señor? 

—Señorita, le dije cortésmente, aun teniendo en cuenta que la in- juria más cruel que se le puede hacer a una religiosa es llamarla señorita, corren rumores bastante lúgubres acerca del régimen de su convento, y yo quisiera asegurarme por mí mismo que son absolutamente falsos. ¿Podría usted, por ejemplo, mostrarme el género de celda donde, según me han asegurado, están confina- das dos religiosas a las que ustedes así someten a un arbitrario y auténtico secuestro? 

No me contestó, dirigiéndose en silencio a un rincón del jardín, donde la seguí. Una de las dos reclusas se paseaba por una alame- da, acompañada por una religiosa que la animaba; la otra tejía sentada sobre su camastro, que ocupaba todo la jaula que por cierto estaba a la intemperie. A través de los barrotes el viento y la lluvia tenían que pasar muy fácilmente. 

¡Cómo!, le dije a la portera, mientras unas cabezas atareadas se dibujaban en las ventanas del edificio principal. ¿Cómo puede us- ted admitir que unas huéspedes de su claustro puedan estar ence- rradas así en una choza apenas lo bastante salubre para guardar conejos? 

—Perdón, dijo la interpelada; no están secuestradas, puesto que pueden pasearse. 

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—Somos nosotros quienes les hemos obligado a ustedes a sacar- las de sus encierros. La religiosa nos soltó entonces esta respues- ta, que me dejó estupefacto. 

—La culpa es de ellas. ¿Por qué se niegan a plegarse a las re- glas del convento? Esta fue, doy mi palabra de honor, toda su justificación. 

Unos días después se me aseguró, que las dos perseguidas fueron liberadas por los federados y devueltas a sus familias. 

Debo hacer constar que una de las dos me pareció no precisa- mente loca, pero un poco idiota, o al menos idiotizada. 

La chatarra que se me hizo ver era indiscutiblemente extraña. Mentían al hacerlas pasar por piezas de ortopedia. ¿Se utiliza- ban todavía, se habían utilizado alguna vez, se empleaban en el momento en el que me las enseñaron o estaban guardadas en el almacén de los accesorios? Ni tuve ni tengo por qué pronun- ciarme al respecto. Pero, como instrumentos ortopédicos, todo aquel baratillo puedo afirmar que era inaceptable. 

H. Rochefort 

Quién sabe si no habría que buscar en Montjuich, donde los aparatos de tortura han sido exhumados y puestos en uso hoy día, para saber si los ex- traños objetos del convento de Picpus no sirvieron para usos semejantes. 

¿El fanatismo religioso no conduce, en este mismo momento, a una secta de iluminados rusos a hacerse emparedar vivos en sus tumbas? 

¿Quién sabe si los extraños instrumentos no servían para torturar a las religiosas de fe tambaleante, con el fin de hacerlas ganar el paraíso? 

¡Quién sabe si, aquellas a quienes dominaba el delirio místico no los utili- zaban para torturarse a sí mismas! 

Aquellos que han cantado en las sombrías iglesias, al pálido resplandor de los cirios, donde el órgano derrama oleadas de ondas sonoras, que nos arrastran sobre amargas nubes de incienso, saben que en esas horas parece como si la voz batiera las alas al subir, que no está ya en el pecho y que ellos mismos la escuchan. 

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Quién sabe a dónde conducen sensaciones de ese género, repetidas día a día, sin que la razón os diga: todo lo que puede captar un ser en cuanto a armonía, preparación teatral, luz y perfumes, es una impresión del tiempo futuro de la humanidad, donde los sentidos serán más poderosos y aún existi- rán otros. Pero esta impresión rodeándola de supersticiones se vuelve burda, hace retroceder en lugar de avanzar. 

Así como existe la embriaguez de la sangre, existe la embriaguez mística de la sombra, y en todas ellas se realizan cosas monstruosas. 

El día en que Montjuich, derribado, sea registrado hasta sus entrañas, ¡cuántas calaveras, como las de la iglesia de Saint-Laurent, tendrán sus va- cías órbitas vueltas hacia el lado por donde esperaban ver de nuevo la luz! ¡Y entonces habrá venido la verdadera luz, la ciencia triunfante, el eterno oriente! 

¿Cuántas víctimas hasta entonces todavía? Al leer el increíble caso del ase- sino de pastores, nos damos cuenta del furor por la matanza que se apodera a veces de un ser y a veces de un grupo de seres. Con la misma embriaguez de sangre estuvo el ejército de Versalles. 

Son epidemias morales peores que la peste, pero que desaparecerán con el saneamiento de los espíritus en la libertad consciente. 

Eugène Pottier

escritor francés (1816 - 1887)

Pottier participó en los diferentes acontecimientos del movimiento obrero que se dieron en Europa a finales del siglo XIX. Fue el autor de la letra de La Internacional.

Diseñador de tejidos, Eugène Pottier compuso su primera canción, Vive la Liberté , en1830. En1840, publica Ya es hora de que todos tengan su parte . Participó en la Revolución de 1848. Bajo eSegundo Imperio, creó una imprenta sobre telas y, en1864, estuvo en el origen de la creación de la Chambre Syndicale des Dessinateurs, que luego se unió a la Primera Internacional.

Cuando Francia declaró la guerra a Prusia en Julio 1870, es signatario del manifiesto de la sección parisina de la Internacional denunciando la guerra. Miembro de la Guardia Nacional, participó en los combates durante el asedio de París en 1870, luego tomó una parte activa en la Comuna de París, de la que fue elegido miembro de la 2 ª  distrito. Es miembro de la Comisión de Servicios Públicos. Participa en las luchas de la Semana Sangrienta. En junio1871, escondido en París, compuso su poema L'Internationale y se refugió en Inglaterra. Condenado a muerte in absentia el17 de mayo de 1873, se exilió en Estados Unidos, desde donde organizó la solidaridad con los comuneros deportados. También fue desde allí que se unió a la masonería, entonces
Asociación Internacional de Trabajadores de la 
Masonería.

 

La Asociación Internacional de Trabajadores ( IWA ) es el nombre oficial de la Primera Internacional , fundada en 28 de septiembre de 1864 en Londres en Saint-Martin's Hall.

Creado principalmente por iniciativa de trabajadores y activistas francesesinglesesalemanes e italianos, su objetivo principal es coordinar el desarrollo del movimiento obrero emergente en los países europeos recientemente industrializados.

¿ES LA INTERNACIONAL UN HIMNO MASÓNICO?


Atendiendo a los valores de la divisa Igualdad, Libertad, Fraternidad de forma puramente etimológica de sus significados la respuesta es que se ajusta como una mano a un guante.
La idea de la reunificación del género humano quedó plasmada anteriormente por otro Hermano Masón , Anacharsis Cloots. Quién declaró en el Festival de la Razón que en adelante habría «un único Dios, “El Pueblo” »
Así vemos la influencia clara de Cloots en Pottier : lean el libro y lean la letra de la canción.

Así pues , es fácil ver la correlación histórica entre la unidad de los cinco continentes de la tierra para crear la república universal que emergen simbólicamente de la estrella de cinco puntas como representación de esa catedral del Hombre que es la reunificación de la especie humana en torno a los más altos ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad con la estrella que, mantenida en el tiempo y los siglos representa el internacionalismo, la solidaridad internacional:”los que comparten el pan” , los compañeros del mundo. 

Ver libro:

https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&cad=rja&uact=8&ved=2ahUKEwiJvvT89N72AhUO8BoKHZZiDFsQFnoECAIQAQ&url=https%3A%2F%2Fpdfs.semanticscholar.org%2F0c12%2Fc4d99aeff2b43cf54737665c49751ffb45e1.pdf&usg=AOvVaw2VTWhvz2rLfGjZv0UzwAho

 

 

 

 

 

 

 

 

INAH-Museo de Arqueología Maya, Fuerte de San Miguel

Apasionante nuestra historia ¿verdad?

De ese legado, de ese recorrido de los masones sociales y operativos los Hermanos y Hermanas que suscriben estos trabajos manifiestan la necesidad de recuperar esa masonería que bebe de los gremios de cantería, del racionalismo y de los principios de laicidad y progreso defendidos por su más histórica divisa: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

En ese mismo camino, no hace mucho, masones franceses de la GLSE, todos ellos hoy en esta logia de las Artes y las Ciencias nº 94 en Madrid, aprobaron en septiembre del 2018, en cámara de aprendiz, como demuestran las actas y documentos existentes, una llamada a los masones a defender la salud dental pública y gratuita para toda la población. Ese llamado que vieron hermanos diputados lo presentaron a la mesa del Congreso de los Diputados de España y todos los grupos parlamentarios votaron a favor salvo uno que se abstuvo; en diciembre de ese mismo de año salía aprobado en el Boletín Oficial del Estado la aprobación del Congreso a que los españoles tuvieran garantizado el acceso a la salud dental de forma pública y gratuita. 

Aquello quedó en manos del gobierno y aunque aún hoy no se ha materializado por razones que sabrán los profanos, para nosotros es un orgullo que esa iniciativa saliera de nuestras logias y de algunos, no pocos, de nuestros hermanos que plasman aquí, en esta misma iniciativa su firma. Y algún día, es seguro, a pesar de nuestro carácter discreto en los trabajos, que algún historiador, o alguna estudiosa de tiempos pretéritos, encontrará la huella y la marca de nuestro impulso sin duda alguna.

A consecuencia del debate y sin posibilidad de alcanzar un consenso, entre los partidarios de una masonería dogmática que según ellos debe de ser exclusivamente una escuela de formación y perfeccionamiento personal y los masones operativos, nosotros, que defienden la teoría de la masonería de la práxis , estos últimos empiezan a reunirse en Madrid el año 2019 en El Club de los Libres, un Club creado para poder presentar, votar y realizar iniciativas culturales y sociales que redunden a favor de la sociedad. Aquí reproducimos el manifiesto que fue aprobado por unanimidad como reacción al inmovilismo y el conservadurismo imperante en algunos talleres.